¿Cuáles son las formas que adquiere la violencia machista en el ámbito de las redes sociales? ¿cómo se articulan las violencias machistas dentro y fuera de las redes sociales?, ¿qué efectos tienen?, ¿qué hacemos cuando nos sucede esto?, ¿a quién recurrimos?, ¿cuáles son los mecanismos de cuidados y denuncias?, ¿cómo nos ampara la legislación existente?, ¿cómo protegemos nuestra información?, ¿cómo nos protegemos nosotras de esta violencia?
Todas estas preguntas son bastante incipientes en nuestro país, lo que marca una ausencia de debate profundo y reconocimiento acerca de cómo la violencia machista en línea se ejerce y tiene impactos sobre la vida de las mujeres. Lo que está claro es que internet y las redes sociales hacen parte de nuestras vidas y todo lo que sucede en este espacio virtual no queda “encapsulado” en ese lugar, sino que por el contrario se retroalimenta con las múltiples desigualdades de género, y en particular con las violencias machistas ya reconocidas, por las que las mujeres transitamos cotidianamente.
Desde las múltiples organizaciones y grupos de mujeres1 que trabajan en el ámbito del ciberfeminismo, se ha contribuido enormemente en reconocer cómo se presentan estos tipos de violencias machistas en el ámbito digital, qué características nuevas emergen y cuáles son los recursos, o no, que tenemos las mujeres para denunciarlas y autocuidarnos.
En este proceso de militancia e incidencia, desde el ciberfeminismo se pueden reconocer al menos dos premisas fundamentales en relación a este problema y tres características transversales. Por un lado, Internet, así como las plataformas de redes sociales, el software que corre en la web o las aplicaciones móviles, no son un espacio neutro en relación con los estereotipos de género, raza, etnia y orientación sexual. Las desigualdades que se manifiestan en el ámbito real y que se ponen de manifiesto en el espacio virtual, reformuladas y sumando nuevas características, hacen que sea necesario un análisis interseccional, reconociendo a internet como un nuevo espacio público. Todo lo que sucede en internet, y en particular en las redes sociales, tiene un efecto real en múltiples planos de nuestras vidas. Con esto se derrumba la idea de que lo que sucede allí, en las redes, queda allí. La violencia machista en el ámbito digital es real.
En cualquier lado, todo el tiempo y no saber quién nos ataca: estas son tres características que complejizan las formas que muchas veces adquiere la violencia machista en el ámbito digital. A partir de este reconocimiento, pueden distinguirse diferentes formas. Entre algunas de estas formas se encuentran:2
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Acceso y control no autorizado de cuentas (también conocido como hackeo): esto puede implicar la recopilación no autorizada de información, así como el bloqueo o desactivación de la cuenta; o la utilización de la cuenta hackeada para ejercer comportamientos que generen desprestigio y desacreditación de la titular de la cuenta.
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Control y manipulación de la información: la recopilación o robo de información puede implicar una pérdida de información, así como su modificación sin autorización.
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Difusión de fotos íntimas o información privada: compartir de manera no autorizada cualquier tipo de información, datos o detalles privados relacionados a una persona.
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Vigilancia: el monitoreo constante de las actividades en línea de la persona, su vida diaria, o información, sea pública o privada. Por ejemplo, a través del uso de spyware (software para espiar y obtener información de otros dispositivos) o de servicios de geolocalización para rastreo de movimientos.
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Robo de identidad/creación de perfiles falsos: el uso de la identidad de alguien sin su consentimiento, o la creación y divulgación de datos personales falsos, con la intención de dañar la reputación de una persona u organización.
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Distorsión de imágenes o vídeos, u otro contenido falso: elaboración de contenido falso, manipulado o fuera de contexto, y su divulgación con el fin de desprestigiar y dañar a una persona o grupo.
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Diseminar información privada (o sensible, controversial) con la intención de dañar la reputación.
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Difamación y daño de la reputación a través de comentarios online falsos y ofensivos.
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Acoso: actos repetidos y no solicitados contra una persona u organización que son percibidos como intrusivos o amenazadores.
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Ciberbullying y acoso repetido a través de mensajes con tono ofensivo y/o descalificante.
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Discurso de odio: discurso que refleja modelos culturales que incitan violencia, ya sea a través de comentarios, insultos o agresiones verbales.
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Amenazas: discurso y contenido (verbal o escrito, en imágenes, etc.) con un tono agresivo y/o amenazador. Amenazas directas de violencia de cualquier índole.
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Envío y recepción de materiales sexuales no solicitados.
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Extorsión: forzar a una persona a actuar de acuerdo a la voluntad de otra persona, a través de amenazas e intimidación.
Todas estas formas de violencia provocan diversos daños hacia las mujeres: sobre su integridad física y psíquica, ataques de pánico, depresión, ansiedad e incluso suicidio, daños materiales, a la propiedad, a la carrera profesional, a la reputación, en la autoestima o en el honor, daños en la relación con su cuerpo, riesgo de expulsión de su círculo social y también daños en cuanto a la relación de esas mujeres con la tecnología, lo que a la vez acentúa la brecha digital de género.
¿Qué pasa en Uruguay en relación al reconocimiento de estos tipos de violencias?
La Segunda Encuesta Nacional de Prevalencia de Violencia basada en Género y Generaciones (SENPVBGG), de 2019, da cuenta de que el 76,7% de las mujeres de 15 años y más reportaron diversas situaciones de violencia basada en género (VBG) a lo largo de su vida. Esto representa en total 1.1 millón de mujeres.
La VBG se manifiesta en todos los ámbitos de la vida, públicos y privados. Por ámbito público se entiende aquel que es accesible a todos y todas. En este sentido es que corresponden al ámbito público los ámbitos social, educativo, laboral e institucional, donde la VBG se expresa en formas concretas: violencia sexual, psicológica, física, digital, obstétrica y acoso sexual callejero, todas ellas definidas en el artículo 6 de la ley 19.580. Es en esta encuesta que se suma en su relevamiento la violencia digital o mediática.3 En la encuesta, esta forma específica de violencia se releva a través de la difusión de imágenes, ofensas, insultos en redes sociales y publicación de imágenes íntimas sin aprobación ni consentimiento y se registra como violencia digital.
En los datos presentados en la encuesta se puede entrever cómo los dispositivos digitales sirven de soporte para continuar profundizando las múltiples violencias de género que se producen en diferentes ámbitos. Así, el 2.5% de mujeres mayores de 15 años reportan haber vivido algún tipo de violencia en el ámbito digital. La forma de violencia que se registró en el informe corresponde a violencia sexual a través de medios digitales. Otro dato que arroja la encuesta es que el 5.5% de las mujeres mayores de 15 años que declaran haber vivido situaciones de violencia por parte de su pareja o expareja, afirman que hubo violencia digital.
Si bien la incorporación de este tipo de violencia es importante, en su reconocimiento y relevamiento, queda claro en el informe que aún falta reconocer en mayor medida las múltiples formas de violencias que se producen en el ámbito digital, produciendo un análisis en profundidad sobre el tema.
Esto reafirma algunos problemas en relación al reconocimiento de la violencia machista en línea y sus características. La poca información cuantitativa —y también cualitativa— en el contexto nacional limita la identificación de las formas que adquieren estas violencias, cómo se ponen de manifiesto y se entrecruzan con las violencias que suceden “fuera de línea”, entre otros aspectos.
Buscando indagar un poco más sobre la diversidad de formas en las que la violencia machista se pone de manifiesto en las redes, desde DATYSOC organizamos un breve sondeo,4 no representativo, lanzado entre nuestras redes para identificar cuál es la percepción de las mujeres sobre las diferentes formas de violencias que se suceden en las redes sociales.
La totalidad de las mujeres que respondieron el sondeo accede a internet desde su celular, lo que confirma una conexión permanente y en cualquier espacio. WhatsApp es la aplicación de comunicación más popular: el 100% de las mujeres que respondieron la utilizan, y en mucha menor medida aparece el uso de Telegram (25%). Otro dato interesante que permite perfilar el uso de las redes sociales tiene que ver con para qué se utilizan. La mayoría hace un uso personal (88%) y también las usan para trabajar (62%). A esto le sigue el uso para actividades de militancia (54%) y por último se ubica el estudio (34%). Resulta interesante observar cómo un porcentaje importante de mujeres, el 40%, tiene perfiles distintos para trabajar y para uso personal.
En relación a las situaciones de violencia que pueden haberse vivido en el ámbito digital, las respuestas afirmativas alcanzaron el 67%. La situación más frecuente (47%) es la recepción de mensajes o comentarios agresivos u ofensivos.
Las redes sociales han permitido hacer un uso más activo de seudónimos, imágenes de perfil diferentes a la foto real y otras estrategias para la reserva de la identidad. Nuestro sondeo indica que muchos episodios de violencia provienen de perfiles desconocidos (40%) que no se asocian a una identidad en particular. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que el anonimato protege a las mujeres y disidencias en la red y es un derecho legítimo que está relacionado con la libertad de expresión. Más aún en la coyuntura actual, en la que las tecnologías de vigilancia, como el reconocimiento facial, se están extendiendo a través de disposiciones o leyes que podrían dar vía libre a la policía para su uso indiscriminado y desproporcionado.
Por otro lado, en relación a qué hacer frente a estas situaciones, la mayoría de las reacciones consistieron en bloquear a los agresores (37%) y reportar el contenido (28%) y/o a los agresores (28%) en las plataformas. Solamente un 6% dejó de usar la red social y únicamente el 7% hizo una denuncia formal. Un 10% no hizo nada.
En cuanto a los resultados de estas acciones, el 32% no consiguió ningún resultado (por ejemplo, las cuentas reportadas siguen abiertas), el 33% tuvo un resultado que considera satisfactorio, mientras que el 35% consiguió un resultado poco o nada satisfactorio.
Estos datos, si bien no son representativos, dan indicios de que existen grupos más vulnerables, como las mujeres afro y las mujeres trans, que reciben agresiones permanentes, en todas las plataformas y de casi todos los tipos enumerados, incluyendo los más graves, como amenazas. Los testimonios que hemos recibido indican que es una realidad cotidiana para ellas en Internet: “Todos los días recibo mensajes ofensivos o violentos desde lo visual como fotos de varones desnudos que buscan sexo y configuran algunos acoso” (testimonio de mujer trans). “Todo el tiempo recibo insultos raciales o por mi orientación política” (testimonio de mujer afro).
Un espacio de lucha feminista
Como en el espacio físico, las feministas nos hemos organizado en internet de diferentes maneras para imaginar y crear una internet feminista. En este recorrido, los diferentes colectivos ciberfeministas han contribuido a reconocer y denunciar las múltiples violencias machistas que habitan en el ámbito virtual. Pero yendo más allá del reconocimiento, el ciberfeminismo ha propuesto diversas acciones colectivas frente a estas distintas formas de violencia produciendo materiales de difusión y sensibilización, contando desde nuestro punto de vista lo que sucede en este ámbito, brindando información para acceder a diferentes mecanismos de denuncia, compartiendo diferentes conocimientos para saber cómo usar las redes y autocuidarnos.
En Uruguay necesitamos conocer más sobre cómo sucede la violencia machista en el ámbito virtual. El breve sondeo realizado por DATYSOC deja entrever los problemas y efectos no revelados que estas diferentes formas de violencia tienen sobre las mujeres. Más investigaciones cuantitativas y cualitativas, más campañas de sensibilización y reconocimiento son necesarias para comprender cómo se producen estas formas de violencia. Sumándonos a este movimiento ciberfeminista, crítico y constructivo, apostamos a que todas nosotras, como usuarias de internet, contribuyamos a pensar, construir y hacer una internet feminista.
Notas
1 En América Latina son muchos los grupos que vienen trabajando en la visibilización de las violencias machistas en línea, así como también en la elaboración de materiales específicos que permiten generar mayor conciencia en las mujeres y promover el autocuidado. Entre otros: Luchadoras, TEDIC, Acoso.Online, Ciberseguras, Fundación Karisma, Datos Protegidos, EROTICS, GenderIT y Dominemos la tecnología.
2 Para conocer más formas de violencias en el ámbito digital y su conceptualización revisar Luchadoras y TEDIC.
3 La violencia mediática es «toda publicación o difusión de mensajes e imágenes a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de las mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, legitime la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres»(ley n .°19 .580, art .6, literal M) .
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